lunes, 24 de agosto de 2009

Un Paseo por la Pampa Salitrera


Una fiesta para los niños, y los padres se preparaban económicamente para el viaje, algo que no olvidarían en breve.

Alborozo en la estación. Al pitazo del conductor, entre nubes de vapor, hacia Pintados, donde venteras de Pica y Matilla subían con naranjas, guayabas, tumbos, limones, alfajores, y las esperadas botellas con te.

Había salido el tren a carbón desde la estación de Buenaventura, en la Pampa Sur, procedente del sector de Lagunas, último punto de la vía, cercanas las oficinas North, Centro, Sur, Iris, Granja.

Se iniciaba la aventura. Las paradas se sucedían y en cada una pasajeros y distintos o iguales productos. Se animaba la convivencia.

Quienes habían realizado viajes anteriores relataban las oficinas y campamentos: Slavonia, Bellavista, Alianza, Pan de Azúcar, Brac, 10 de Septiembre. Algunas, al pasar, otras semiocultas por los montes de ripios. Todos pugnaban por asomarse a las estrechas ventanillas.

Largo el camino de rieles, trepando a los cerros, las locomotoras bufaban. En trechos de curvas, era tan lento su andar, que algunos bajaban e igualaban pasos junto al convoy.

Y el incesante trajinar por los pasillos. Los coches de 3ª, tenían los asientos a lo largo. Al mediodía, desde la cocina.

¡Cazuelas, asados, presas de gallina, humitas, etc.!

La Noria, Alto San Antonio, “vamos a llegar a Pozo Almonte, quienes deseen bajar, esta parada es más larga...!”

¡Quién lo había dicho!. Como en los pueblos anteriores, grandes emporios con ropas y objetos de todo el mundo, novedades, mujeres y niños extasiados. En las pulperías de las oficinas, lo mismo de siempre.

“¡Pasajeros al tren... Nos vamos, niños, señoras, arriba, arriba... Nadie se queda...!”. Pitazos...

Sí, allá algunos amigos con la última cerveza. ¡Nos vamos...!

Rechinar de ruedas, vapor, mucho vapor... lento, lento, hasta tomar el ritmo. Cala-Cala, Buen Retiro, Humberstone, La Palma, Santa Laura. Otras más lejanas, Kerima, Peña Chica, Don Guillermo.

Alborozo total. Algunos cantaban, leían revistas de los agentes viajeros ubicados en las esquinas de los coches...

Cuesta de Montevideo, Central, la gran estación ferroviaria adonde convergían convoyes del Norte y del Sur, de pasajeros, de carga. Carpas, famosa por sus empanadas.

Continuamos. Todo un paisaje de Pampa, postes de teléfonos y telégrafos.

Los últimos contrafuertes, el mítico Cerro Dragón, por la cintura del cerro (Hoy Esmeralda). Apareciendo un escenario impresionante. Lento, lentamente, pitazos, pitazos alertando a la ciudad.

Todos a las ventanillas, recreando el mar, postal hacia el Pacífico, paisaje inenarrable. En el atardecer, el norme disco del Sol acariciando el bello Iquique, dorando playas, palmeras, las calles nítidamente marcadas, destacando la Avenida Balmaceda, antigua, tradicional, Avenida Balmaceda Señorial (¿A quien se le habrá ocurrido denominarlo “Parque...?”)

Apresuramiento en acomodar los equipajes. Llegamos...

Después de varias horas calcinantes a las frescas brisas del puerto, remanso después del desierto. Acogedora ciudad, donde la mayoría tenía familiares, amigos. Todo un paseo. Para los niños, una página de cuento...
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domingo, 9 de agosto de 2009

La Plaza del Pasado


A las ruinas de esta
plaza del pasado,
tu recuerdo llega
como haz de frutas olorosas,
como flor recién cortada.

Como cuando tallamos
nuestros nombres
en aquel banco
de rústicos maderos,
junto al árbol
de ramas frondosas,
que agitaba el viento
del desierto.

...tu recuerdo llega...

El Pampino Viejo


Cogió un libro
desgastado, tan antiguo
que no podía saberse
cual de esas dos existencias
acumulaban más años.

Si el amarillento libro
o el apergaminado abuelo,
mas, su voz era firme
cual si sólo la hubiera
rozado el tiempo.

Presencia


He aquí la presencia fuerte,
generosa, guapa,
de aquel hombre
que conquistó la floresta pétrea
de la pampa calcinada
por el hórrido estallar
de dinamitas,
con sus manos
de callosas superficies,
con su empuje,
con sudor, su angustia plena,
en el diario desafío
a la materia calichal.

Con el golpe del macho
veinticinco,
con el áspero oradar
de la barreta,
con la fuerza de la pala
y de su brazo sin igual.

Pampino,
la historia que es leyenda
y asombrada,
que narra
la aventura del salitre,
en sus páginas
y tatuada,
tu figura de roto calichero,
fuerza, corazón y espada,
para rasgar
el manto de neblina,
para que nunca tu epopeya quede
sólo en el surco
del salar y de la oficina
en ruinas,
sino que se levante
en las voces del pasado,
en el rumor del viento
entre las calaminas
diseminadas del poblado,
por las calles silenciosas
de los campamentos.

Pampino,
henos aquí,
hombro con hombro,
rozando tu cota polvorienta,
caminando
junto a tu áspero calzado,
sobre las huellas
que el desierto guarda,
de tu presencia
en las madrugadas
rumbo a la pampa,
a la calichera dsura,
al panorama hostil,
a tu destino.

Pampino,
estás aquí,
viento y camanchaca
en la partida,
gris y atardecer
en el regreso,
la jornada continúa
en la mañana,
mas, hoy,
lumbre, un plato de sopa
y la familia,
tal vez puedan
restañar el sudor
allá dejado.

En la faena se quedó
como un arado,
la herramienta
sobre el suelo endurecido,
también el recuerdo
enfebrecido,
porque hoy, la pampa
es diferente.

Mas, tu presencia de la calichera
ausente, existe,
y se levanta sobre las edades,
recia, perenne, presente,
porque en nuestros corazones
hay campamentos,
donde te has quedado.

Pampino
las viejas pálidas
manos vacías.

sábado, 8 de agosto de 2009

Reseña del libro y objetivos

Con "Pampa, Espejismos y Mirajes" pretendo cruzar los umbrales de la Historia del Salitre, desde sus antecedentes que se remontarían a los tiempos de los incas, o más allá, atravezando mares, escalando montañas, introduciéndonos en ignotas grutas desde exhudados muros de piedra, el nitrógeno, el alma de esos minerales y está en el aire.
La agricultura se nutre y crece, como en el caso de Chile, más como componente con azúfre y carbón que dan origen a la pólvora, fuerza, explosión y luz.
En lo más cercano a Perú, más al norte de Tarapacá, la guerra de independencia contra España hacía imperiosa la tenencia y uso de la pólvora para mosquetes y cañones.
Bueno, eso y aquello son motivos para entablemos una relación que nos irá descubriendo facetas del salitre que en nuestro país dió cima a la revolución industrial de los siglos XIX y XX.
En este pequeño libro, de 84 páginas, iniciado como de poemas, fue abriéndose al estudio y denuncia del patrimonio amenazado del salitre por la nueva explotaciçón del mineral como uno de sus subproductos principales , el yodo, desde los montes de ripios a la producción de salitre en lixiviación, que precisa de grandes espacios en los terrenos o piscinas.
Es talvéz una lata introducción para el título de este blog "Aquí Pampa Salitrera", el cual invita a introducirnos en este apasionante tema científico, laboral, empresarial, humano.
Todo lo que podamos ir aportando: historia leyendas, críticas, anécdotas, festividades, tragedias, nos permitirá enriquecer sus páginas.
De partida iremos insertando algunos poemas y crónicas cuyo motivo son por si mismo o para conocer su origen o causa.
Comenzamos por el personaje alrededor del cual giro la historia del salitre: el obrero, llamado particular (o patizorro en el lenguaje integralmente popular)
Desde aquí entonces "Presencia", "El pampino viejo" y "Plaza del pasado"....los esperamos.